martes, 13 de septiembre de 2011

Aurora borealis


Hoy, después de mucho tiempo, vuelvo a escribir aquí. ¿Porqué después de mucho tiempo? Porque o bien no había nada especial que contar o he preferido que quedase en secreto.

Aquí si, justo aquí. En este mundo cibernético-abstracto-virtual al que accedo desde cualquier parte del mundo (incluso desde un sitio tan remoto como esta silla en la que estoy sentado). Un sitio tan lejano que ni siquiera Spotify me aburre con sus anuncios de cuenta no premium. El Ártico.

Hace frío, pero no se me queda el corazón helado. Todo lo contrario, los grados que faltan fuera se recuperan dentro. Sólo la distancia nos separa, pero qué distancia...

Tu corazón es una piedra, y yo voy a ser el primer en tirarla (sin esconder la mano).

Dentro de poco estaré en la ciudad eterna. No me asustan las esculturas clásicas ni las construcciones emblemáticas. Tengo que reconocer el área de campeo.

A los que os quiero; sabéis de sobra que os llevo en mi religión personal, en mi filosofía diaria. No os olvido.

Las visitas serán bienvenidas. Traed amigos de unos veinte años y más de doscientas experiencias. Se valorarán belleza en forma y función (plus culturilla general).

Perros moscovitas. Trenes con hielo. Larvas en cristales. Pies descalzos. Lupas rotas. Metro rojo. Vodka barato. Niñas tontas... Están de moda los adjetivos y, con esta crisis, es de las pocas cosas que puedo malgastar.

A follar a follar que el mundo se va a acabar;
Valero


P.S.: ¡No se os olvide dar de comer a los peces!

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